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lunes, 18 de febrero de 2019

Poesias cortas: Pablo Neruda Soneto 22

Poesias cortas: Pablo Neruda Soneto 22: Soneto 22 Cuántas veces, amor, te amé sin verte y tal vez sin recuerdo,  sin reconocer tu mirada, sin mirarte, centaura,  en region...

Pablo Neruda Soneto 22


Soneto 22
Cuántas veces, amor, te amé sin verte y tal vez sin recuerdo, 
sin reconocer tu mirada, sin mirarte, centaura, 
en regiones contrarias, en un mediodía quemante: 
eras sólo el aroma de los cereales que amo. 
Tal vez te vi, te supuse al pasar levantando una copa 
en Angola, a la luz de la luna de Junio, 
o eras tú la cintura de aquella guitarra 
que toqué en las tinieblas y sonó como el mar desmedido. 
Te amé sin que yo lo supiera, y busqué tu memoria. 
En las casas vacías entré con linterna a robar tu retrato. 
Pero yo ya sabía cómo era. De pronto 
mientras ibas conmigo te toqué y se detuvo mi vida: 
frente a mis ojos estabas, reinándome, y reinas. 
Como hoguera en los bosques el fuego es tu reino.




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viernes, 8 de febrero de 2019

Elena Medel



ELENA MEDEL
Aquello en lo que te fijas cuando salimos por las noches

Mi madre me enseñó que la mejor forma de pasar por la
vida era renunciando a la propiedad particular.
Ella me convenció de que podría transformar los balbuceos
en música de cámara, con mis zapatos.
Tus zapatos son mágicos, me dijo. Pierde uno y ganarás un marido.  
Vende dos y ante ti se revolverán las semillas de tu reino.
Y yo susurraba: mi reino eterno. Junto a él.
Decidí que los compraría de colores para camuflar mi identidad, 
sobrios si aspiro a desvelar mis secretos.
No tacones ni zapatos planos ni aerodinamismo; le quiero
suciamente. He descubierto que pasos-pequeños
conducen a una-mujer-seria-con-dos-rayas-absortas.
Descalza, de puntillas, vuelvo a tener diez años y a morirme
por dentro de tanta soledad.

La poeta cordobesa (poeta, que no poetisa) Elena Medel acaba de superar la treintena y es, ya desde hace años, una voz fundamental entre nuestros poetas actuales. 



sábado, 2 de febrero de 2019



“El cura verdugo de Ocaña”, de Miguel Hernández

15 enero 2009   El poeta Miguel Hernández, preso al final de la guerra civil, es trasladado al Penal de Ocaña en noviembre de 1940. Miguel Hernández daba clase a los reclusos analfabetos, y compuso este poema a hurtadillas de las autoridades carcelarias. En aquella prisión, proporcionaba consuelo espiritual a los condenados a muerte un cura especialmente sádico, conocido como el verdugo de Ocaña. Dicen de este piadoso cura que se reservaba el placer de dar el tiro de gracia a los fusilados (a veces los remataba a martillazos). El poeta muere de una tuberculosis en la enfermería de la prisión de Alicante el 28 de marzo de 1942, a los 31 años de edad.
Muy de mañana, aún de noche,
Antes de tocar diana,
Como presagio funesto
Cruzó el patio la sotana.
¡Más negro, más, que la noche
Menos negro que su alma
El cura verdugo de Ocaña!
Llegó al pabellón de celdas,
Allí oímos sus pisadas
Y los cerrojos lanzaron
Agudos gritos de alarma.
“¡Valor, hijos míos,
que así Dios lo manda!”
Cobarde y cínico al tiempo
Tras los civiles se guarda,
¡Más negro, más, que la noche
Menos negro que su alma
El cura verdugo de Ocaña!
Los civiles temblorosos
Les ataron por la espalda
Para no ver aquellos ojos
Que mordían, que abrasaban.
Camino de Yepes van,
Gigantes de un pueblo heroico,
Camino de Yepes van.

Su vida ofrendan a España,
Una canción en los labios
Con la que besan la Patria.
El cura marcha detrás,
Ensuciando la mañana.
¡Más negro, más, que la noche
Menos negro que su alma
El cura verdugo de Ocaña!
Diecisiete disparos
Taladraron la mañana
Y fueron en nuestros pechos
Otras tantas puñaladas.
Los pájaros lugareños
Que sus plumas alisaban,
Se escondieron en los nidos
Suspendiendo su alborada.
La Luna lo veía y se tapaba
Por no fijar su mirada
En el libro, en la cruz
Y en la “star” ya descargada.
¡Más negro, más, que la noche
Menos negro que su alma
El cura verdugo de Ocaña!

Elvira Sastre


La poesía me ama con tristeza
y me concede el don de saber cómo inventarte,
de traerte a mis orillas
y volverte espuma salada en los ojos.
La poesía me acaricia la espalda con los dientes,
deja un rastro de sangre caliente por mis dedos
y apuñala con ternura mis verdades
-Fragmento de “Imagi(a)na”-